Cuartel económico dominicano…

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POR: JOSE ANTONIO MATOS PEÑA.

Es la figura imaginaria en la que nos parece adecuado visualizar al dominicano promedio, al de la clase o clases medias, por sus diferentes subdivisiones, también al de  abajo y… al de muy abajo, a los llamados de a pie, al del carrito de concho o taxista, al agricultor, pequeño empresario, al de él colmadito o colmadòn, a el profesional que ha escalado gradualmente en su nivel económico, pero que sufre los efectos gravitacionales hacia el piso de sus finanzas personales y familiares.

Los enrolamos, a todo el conglomerado social, en la gran penuria de ver cada vez más sumidos en la desproporción económica su día a día, mientras nos gastamos un estado caro, oneroso, desproporcional en su valoración de ejecuciones de gobierno y sus resultados; un estado que no parece discernir entre prioridad y francachela, un estado que mientras su banco central anuncia olímpicamente el incremento en 8% de las importaciones en el primer trimestre del año, olvida o no ve, que tanto ese incremento puede ser de parte del desarrollo de la economía interna, como también de nichos del mercado local dejados de cubrir por las dificultades del aparato productivo nacional, el cual debe ser prioridad.

Como estado abusador y de poco carácter social, golpea y descuida inmisericordemente a las clases sociales que no tienen la misma suerte de menos de un 10% de los privilegiados de la fortuna económica, con capacidades para así como se resuelven cualquier diligencia trasladándose a Miami, pagar el nivel impositivo que se les imponga, ¡cuando los  pagan!, además, de las cúpulas de los partidos aliados al poder de turno, maximizado en este.

Nuestros sollozos en este artículo, van motivados por una serie de cometidos que comienzan con una ley de tránsito y movilidad, que de acuerdo a los términos de la misma que nos han llegado, define, a nuestro parecer,  al conductor dominicano, y por qué no, al transeúnte o peatón,   en estado de “Chance”; imposible transitar con el cien por ciento de esos requisitos cumplidos, ¡NO!, reclamados, por una autoridad que no resiste el mínimo de los requisitos que la misma ley les reclama, ¡qué barbaridad!; los impuestos, para muestra, un botón, una señora colmadera de mi barrio, Neiba, me contesta al preguntarle el por qué el evidente desaprovicionamiento de su otrora  pequeño súper mercado, me contesta, ¡los impuestos vecino!, las ventas cayendo a diario y por otro lado el gobierno con los impuestos, la DGII nos tiene al cuello, ahora mismo ando buscando tres mil pesos para completar diecisiete mil  de mora porque me retrasé con unos impuestos, y yo no vendo para pagar eso!, mire ahí como va cayendo mi negocio!, usted lo conocía, me dijo.

Si nos vamos a las telefónicas o las agencias de cobros eléctricos, las cuales son las campeonas en cantidad  de usuarios, encontramos que aunque se hable de PROTECOM o cualquier cosa de esas, las cuales gozan poco de conocimiento del pueblo llano o de muy poca fe, nos encontramos con unas facturas o reclamaciones cuando las hacen, cuyos resultados, al parecer, adquieren,  como las sentencias, “la categoría de lo irrevocablemente juzgado”;  Alguien anuncia e introduce al congreso un proyecto de ley aplicando impuestos a las telefónicas, compañías éstas,  que son juez y parte . “al momento de escribir estas letras, circula en los noticiarios que la cámara de diputados convirtió en ley el proyecto que grava las telefónicas para financiar el 9-1-1; no es más que otro latigazo a la población”.

El agua, líquido preciado de la vida, la potable o mejor dicho, la un poquito más apta para el consumo humano, objeto de altas conflagraciones mundiales futuras, se aleja cada vez más del hogar, desapareciendo alarmantemente, en términos relativos, de las cañerías, para hacerse presente e indispensable en los poco saludables plásticos (botellones), los cuales sufren un especulativo aumento de quince pesos, que traducidos en costo final nos llevan a pagar en lugares, hasta $75.00 pesos dominicanos por unidad. (los embalses y contra embalses, fuentes fundamentales de abastecimiento no parecen ser parte de las agendas gubernamentales, las represas son prioridad 1-A para estas islas de cortos recorridos al mar de las aguas dulces de los ríos).

Como dominicanos, nos sentimos encerrados en nuestros propios espacios, si hacemos una negociación agropecuaria con una agencia financiera del estado, el sinónimo es  fracaso,  si eres un dominicano común y corriente. La delincuencia, vicios, inseguridad y desprotección ciudadana nos tienen manos arriba, acuartelados como militares desarmados y segregados en ergástulas sociales constituidas por sus respectivos espacios, espacios que se están reduciendo.

Un país y pueblo que no hace valer su autoridad dando simple y estricto seguimiento a los dispositivos legales en cuanto a la documentación ciudadana y la de la extranjería, se apaga, lo cual no se ejecuta adecuadamente, por la doblegaciòn  financiera frente a otras naciones; un pueblo, que dada la falta de respuesta sociales, aplaude muchas veces cuando llega la energía eléctrica, un pueblo que salta de alegría cuando le llega la donación de una ambulancia, olvidándose o conformándose, a pesar de que no tiene hospital, debido al deterioro y vicios de construcción del que está, falta de medicina, falta de especialistas y falta de los recursos económicos mínimos para responder a la vida del pobre pueblo convaleciente, ¡Qué pena!

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