LA HAYA.- Expertos en tuberculosis pidieron estos jueves en una conferencia dar prioridad a “los tratamientos de prevención” de esa enfermedad, que aunque es “curable” cada día se cobra la vida de unos 640 niños.

En una rueda de prensa durante la conferencia mundial de la Unión sobre Salud Pulmonar que se celebra en La Haya, la francesa Valérie Schwoebel señaló que “hay muchas barreras para que los enfermos tengan acceso a los medicamentos y tratamientos” y subrayó “la falta de preparación de los trabajadores médicos y los estigmas que rodean” a esta enfermedad.

Un estudio realizado por la Unión sobre Salud Pulmonar ha logrado salvar del contagio a unos 2.000 menores de cinco años en Benin, Burkina Faso, Camerún y República Centroafricana.

La investigación se centró en métodos para evitar que los niños se contagien con la tuberculosis y sacó de su entorno a los menores en situación de mayor riesgo, es decir, aquellos que comparten hogar con un adulto diagnosticado con esta enfermedad.

Los pequeños fueron evaluados durante visitas domiciliarias y en centros médicos mediante un cuestionario estándar, exámenes clínicos, pruebas cutáneas y radiografía de tórax.

Aunque la Organización Mundial de la Salud (OMS) recomienda la terapia preventiva de la tuberculosis a los menores de cinco años en contacto con personas infectadas, solo el 23 % de cerca de 1,3 millones de niños en esa situación fueron seleccionados para recibir el tratamiento, según confirmó este organismo en su último informe.

Además, científicos de la Fundación de la Tuberculosis KNCV, en Holanda, desarrollaron una prueba simple de heces para “acelerar” el diagnóstico de la tuberculosis en niños menores de cinco años y “facilitar” la prevención de la enfermedad, según explicó la científica Petra de Haas.

Esa prueba, que logra sus resultados en apenas una hora y media, es un método revolucionario que pondría fin al estudio tradicional que exige el uso de un tubo endotraqueal y un análisis más complejo en un laboratorio moderno, agregó.

Esta nueva herramienta puede llevarse a comunidades aisladas en los países más pobres, donde el acceso a la sanidad es complicado y caro, y sustituiría la práctica actual, que solo está disponible en los grandes hospitales y que ralentiza el tratamiento.

Este nuevo test se probó por primera vez en Etiopía e Indonesia y su desarrollo ha costado tan solo 10.000 euros, pero a los países interesados les costará adquirirlo unos mil euros y podrá usarse en pequeños centros de salud, ya que no requiere instalaciones avanzadas.

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