Por: Francis García
Para los que no sabían, la República Dominicana es un país que se encuentra en una isla del caribe y comparte la parte Oeste con Haití. Contamos con casi 11 millones de habitantes en 48,730 kilómetros cuadrados. Pero en este artículo no vamos a hablar de estadísticas ni de cifras.
Resulta que las tensiones entre estos dos países siempre han existido, y recientemente está circulando en los medios de comunicación nacional que los vecinos haitianos van a construir un canal para coger agua del Río Dajabón (o Masacre), el cual nace y muere en territorio dominicano, pero que en unos cuantos kilómetros de su trayecto es la frontera que divide ambos países.
Como sureño que soy, específicamente de la Provincia Bahoruco, puedo citar varios factores por los cuales este tema me ha motivado a escribir, y entre ellos está el tratar de entender por qué el Estado Dominicano le ha quitado la mirada a El Sur.
Sí, ese Sur que también es parte del país solo para pagar los mismos impuestos que pagan los que viven en la capital, en Santiago de los Caballeros; los que viven en el paraíso que es Punta Cana y casi toda la parte Este de la isla. Pero al parecer nunca lo hemos sido y no lo seremos.
La miseria que hemos permitido que se desarrolle en esta zona ha provocado que todos en un momento de nuestras vidas tengamos que salir de nuestras tierras a buscar una pequeña oportunidad porque no hemos sido capaz, como país o como estado, de brindar las garantías de salud, alimento, trabajo, universidad, carreteras… a las personas que viven en las provincias que llamamos fronterizas.
Entonces eso y otras precariedades más nos han movido a dejar los pueblos vacíos. Y ahí viene el problema: que los vecinos están ocupando el espacio que nosotros dejamos porque como Estado no tenemos la capacidad de mantener los dominicanos en sus pueblos, o simplemente porque hay un pequeño grupo que se beneficia económicamente de eso. ¡Malditos!